Junto a ti, no ya tu nombre,
manos dispersas en juego
con aire de llama,
caderas al azar
de una mano sin vida,
destello que no sale de ti
sino de la escala dulce
del eco y su vacío.
En este juego de espejos,
la peonza danza
y el labio agrietado
es un muro de adobe
donde mi padre nunca
entendía las palabras.
Tocas al hombre,
olvidas su voz
y su hueco dormido,
olvidas todo mientras borras
todos los nombres,
todas las lluvias que llueven
dentro de ti, junto a ti,
todas las vidas que componen,
dentro de ti, junto a ti,
lo que una vez solo pudo ser
-y no fue- poema.