Nunca fueron lo mío los coches de carreras.
Por ejemplo, aquella quemadura en la piel,la amplitud de los indefinidos,
el lento respirar del estrambote.
Cuando ya no queda nada,
pisas el acelerador,
abres las alas de tus labios,
escuchas a Lou Reed,
cuentas las monedas que te robó la vida,
A pesar de todo, mientras fluye la sangre,
todo acontecimiento se derrumba
en los pronósticos de un mal verso
o un incipiente poema que toca,
en el cobijo de un instante,
lo que pudo haber sido la eternidad.